Un miedo de las madres

Desde bien pequeños todos hemos escuchado en infinitas ocasiones una de esas frases que todos comenzaremos ha decir el día que seamos padres o madres. Pero no es una frase cualquiera, es una frase a la que desde nuestra más tierna infancia nunca le hemos encontrado sentido.

¿No llevarás los calzoncillos esos todos viejos verdad? ¿No te habrás puesto esos calcetines que aún no hemos cosido? ¡Sí, sí, esos con los que te asoman los deditos por fuera!

Ante estas típicas frases, yo, iluso de mí, con ganas de conocer más al respecto siempre preguntaba ¿Pero qué más da que estén viejos o nuevos si cumplen su función igual?

Ante esta pregunta, mi madre arrugaba el entrecejo, suspiraba profundamente y poniendo su cara utilizada antes las situaciones más dramáticas de la vida cotidiana contestaba:

Imagínate que te atropellan y viene la ambulancia a recogerte, ¿Qué van a pensar si llevas puestos unos calcetines rotos o unos calzoncillos viejos?

Claramente, en una hipotética situación de atropello, a mí me hubiese preocupado más que algún “listillo” aprovechando mi supuesto estado de inconsciencia me robase el walkman, discman, mp3 o mp4 (en función del año en el que sucediese).

Puedo afirmar que el que se me saliese un dedo ( o dos) por fuera del calcetín, o que el calzoncillo tuviese la goma dada de sí (mi madre utilizaba mucho para referirse a las gomas dadas de sí la expresión “parecen las tripas de Jorge”, aprovecho para aclarar ahora que no tengo ni idea de quién es Jorge), me importaba más bien poco.

TAPIES

Pues bien, hoy ya independizado tenía cita a las 9 de la mañana en el fisioterapeuta. Busco unos calzoncillos que no tengan la goma dada de sí, es decir, como las tripas de Jorge. Elijo cuidadosamente unos calcetines nuevos, de color oscuro para evitar que se note si tienen alguna marca del uso y bajo hasta la clínica en coche para no sudar.

Inevitablemente al desnudarme no he podido evitar acordarme de mi madre, los calcetines no estaban gastados pero tenían un par de agujeros curiosos. Y me he preguntado:

¿Qué pensará mi “fisio”? ¿Pensará que soy un cerdo? Estas preocupaciones me han durado breves segundos, pronto me he dado cuenta. No pasa nada, soy TDAH ¿Cómo voy a ser capaz de revisar atentamente los calcetines a las 7:45 de la mañana?

Así que mamá, si algún día, Dios no lo quiera, la ambulancia me tiene que llevar y voy con unos calzoncillos rotos, enséñales el diagnóstico cuando llegues a verme, así sabrán que en la familia somos limpios e higiénicos, el problema viene de otro sitio.

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